IM VETERINARIA #39

69 im veterinaria caninos “tendrían que tener un papel protagonista, tanto en la prevención de los problemas de conducta como en el aprendizaje de normas sociales, en animales sin alteración de la conducta”, concluye Argüelles. Aprendiendo conductas Desde Aúna Especialidades Veterinarias, tanto Juan Argüelles como Marina Miralles, Máster UAB en Etología Clínica, se encargan de diagnosticar y tratar los comportamientos anormales, sobre todo aquellos que impactan en el bienestar del paciente. Como porque nos comentan, el comportamiento es una función no siempre fácil de medir, ya que los procesos que lo regulan se localizan en el cerebro y se desarrollan a nivel molecular, “lo que los hace invisibles a las técnicas diagnósticas habituales”. De ahí que, aparte de estudiar y, en su caso, modificar la conducta de nuestras mascotas, la etología también se encarga de estudiar si un determinado comportamiento animal tiene bases genéticas o es aprendido. Según nos detalla el responsable del servicio de medicina del comportamiento en Aúna Especialidades Veterinarias, existen muy pocos comportamientos que son innatos, entre ellos, algunos como la lactación o el sentimiento de grupo. “La mayoría de las conductas son una interacción constante entre la genética del individuo, (que condiciona la estructura) y la interacción con el entorno, que genera aprendizaje. Este aprendizaje se basa en la plasticidad neuronal para cambiar y reaccionar de forma diferente”. De tal manera que pueden existir muchas diferencias entre un comportamiento con base genética y uno aprendido. “Como hemos mencionado anteriormente, la genética define la estructura y, por lo tanto, condiciona la función. A través de la selección, hemos llegado a muchas razas de perros actuales basándonos en el trabajo que hacían (bien sea, pastoreo, caza o presa), lo cual provoca que estén más predispuestos a unas determinadas conductas que a otras y que, en general, tengan motivaciones distintas”, argumenta. Eso sí, deja claro que, a nivel individual, “cualquier individuo en potencia es capaz de aprender cualquier conducta”. Ansiedad por separación En el caso de los perros, una especie muy social y que necesitan vivir en grupo, la relación de apego entre el perro y su familia humana puede, en ocasiones, conllevar algún tipo de problemas, sobre todo aquellos relacionados con la denominada “ansiedad por separación”. Un trastorno de comportamiento del que también se ocupa la etología. “Esta relación de vínculo se establece a través del aprendizaje que generan las interacciones de los miembros del grupo. Desde un punto de vista social, el perro se integra en una familia humana siguiendo un esquema similar al de su ancestro el lobo. Cabe destacar que las manadas de lobos se organizan como una familia, con una pareja reproductora que cría una vez al año y mantiene a la camada entre dos y tres años, hasta que alcanzan la independencia. Esto hace que haya dos estratos sociales; por un lado, los individuos cuidadores (los padres) y, por otro, los individuos cuidados (los jóvenes). La domesticación ha hecho que esta independencia se reduzca drásticamente en el caso del perro, que permanece como un individuo cuidado toda su vida, a pesar de alcanzar tamaño de adulto”, explica Argüelles Baquero. Teniendo esto en cuenta, el responsable de Aúna Especialidades Veterinarias es partidario de educar sin castigo. Porque como señala para IM Veterinaria, la extendida creencia popular de que tanto los lobos como los perros se organizan en jerarquías basadas en la fuerza ha sido científicamente anulada por muchos estudios desde los años 90. “Mantener ese esquema de dominancia propicia que intentemos resolver los conflictos diariosmediante el castigo. Cuando un individuo es castigado ocurren dos fenómenos simultáneos. Por un lado, solo le damos la opción de ceder o enfrentarse, es decir, aun en el caso de que ceda, no le habremos convencido y en cuanto el castigo o el castigador desaparezcan la conducta volverá inmediatamente. Por otro, el castigo se enfrenta directamente a los vínculos familiares que el perro debe crear con el grupo, unos vínculos que le hacen tolerante amanipulaciones y a compartir recursos, como comida, juegos, lugares de descanso, etc.”. Por ello, si destruimos dichos vínculos por medio de castigos, se corre el riesgo de bajar la tolerancia y de aumentar las posibilidades de conductas agresivas. Por último, y aunque sabemos que perros y gatos comparten muchas similitudes, también existen grandes diferencias entre ellos. Por eso, queremos recabar la opinión de Argüelles respecto a esa desigualdad de comportamiento entre unos y otros a la hora de aplicar los fundamentos de la etología. “Los fundamentos son los mismos y se basan en el principio de las cinco libertades, es decir, libres de hambre y sed, de inclemencias térmicas, de enfermedad y dolor, de miedo y angustia, y de expresar el comportamiento propio de su especie”, concreta. “Las necesidades sociales y de entorno para cumplir estos principios varían enormemente en cada especie, de tal manera que deben adaptarse al individuo”.

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